A “las otras” nos han dejado sin día

Soy mujer y trabajadora. Justo el arquetipo para el que se pensó el día 8 de marzo. Pero me he quedado sin día por culpa de las mujeres que no aman. Yo es que soy de “las otras”, como decía la copla “soy la que no tiene nombre, la que a nadie le interesa, ya sabe… yo soy… esa”. Sí, no soy de esas “mujeres oficiales” que se hacen llamar feministas pero la gente les llama feminazis, femilocas, sicofantas, mentirosas, vividoras del dinero público o hembristas.

Feminazis porque discriminan al hombre. Lo consideran la causa de sus propios fracasos y el culpable de la masculinidad que, de forma irrenunciable, porta en cada uno de sus gestos, actos y posturas. Y es esa masculinidad la que lo hace merecedor genético de la discriminación y el odio. Hasta han conseguido sacar leyes en las que se le vulneran derechos fundamentales. Leyes que han de avergonzar algún día a todos sus responsables. Tanto se le discrimina que, en sus siniestras manifestaciones hay zonas a las que los subhumanos varones no pueden acceder.

Femilocas porque en su desquiciada visión de la libertad se llenan y nos llenan de prejuicios, tópicos, prohibiciones, censuras y estupideces. Prejuicios contra el hombre y quienes no compartimos la visión de sus gafas moradas, tópicos sobre la bondad de la mujer y la maldad intrínseca del varón que no aguantan un análisis serio. Prohibiciones y censuras de todo tipo aunque, para sentirse libres, defecan en las aceras, proponen locuras como matar a sus maridos, padres e hijos, fomentan el lesbianismo como liberación y las performances con masturbaciones y sangre menstrual como arte feminista.

Sicofantas porque sus terminales fomentan la denuncia falsa como aquellas odiosas figuras de la Grecia clásica. Y por lo mismo: por dinero.

Mentirosas porque, desde la inexistente brecha salarial al más del 80% de denuncias instrumentales para conseguir beneficios en el divorcio, desde la negación de que hay hombres muertos a manos de sus parejas femeninas a la ocultación de cifras de mujeres que asesinan a sus hijos, sólo viven de datos falsos, sesgados o manipulados.

Vividoras del dinero público porque, tras ese victimismo, esa falsa discriminación, esa transformación de las faltas de educación en delitos y esa criminalización del varón, sólo hay cifras de dinero público para resarcir a unas cuantas de todas esas injusticias que no existen ni, si existieran, pretenderían resolver por no matar la gallina de los huevos de oro.

El caso es que estas mujeres, que se llaman a sí mismas feministas y aseguran velar por mis derechos y representarme, pero a las que nunca he cedido mi representación y ni mucho menos se preocupan por lo que a mí me preocupa, se han apoderado del día de todas. Y han sacado un manifiesto de reivindicaciones ridículas, políticas marxistas rancias, mantras de independentismo golpista, entrometimientos en la vida privada y resolución de discriminaciones inexistentes que, ni comparto, ni apruebo. Y de esa forma tengo que tener un extremo cuidado con NO celebrar este, que ya no es mi día, no sea que alguien piense que yo apruebo tal manifiesto.

Y lo peor de todo que, entre las acciones propuestas para conseguir la desaparición de un heteropatriarcado gracias al cual viven divinamente, gozan de todos los derechos, chupan de los fondos de todos y les permite hacer lo que quieran, hay una huelga de afectos y responsabilidades humanitarias. Las mujeres que se llaman a sí mismas feministas piden que abandonemos el cuidado de seres queridos a nuestro cargo: de niños, ancianos y enfermos. Y de esa forma terminan por cargarse el día de todas convirtiéndolo en un llamamiento a la miseria moral, el egoísmo y la insolidaridad.

Comparado con su propuesta de “mundo feliz”, el heteropatriarcado se me aparece como bueno. Sin embargo, pocos niños se van a quedar sin cuidados: la mayoría de estas disidentes del amor y el afecto ya renunciaron a priori a ellos. Ni tienen hijos, ni cuidan de sus padres. Les va a pasar como a mí con los boicots a películas o actores concretos por declaraciones o comportamientos indignantes: no puedo hacerlos por la sencilla razón de que hace tiempo que hice huelga genérica de consumo para quienes me insultan. Total, que entre que muchas de las huelguistas son estudiantes (ridícula huelga contra el aprender), liberadas del género o los sindicatos, con cargos políticos o subvenciones varias, profesiones todas ellas tan innecesarias como poco productivas, no creo que se vaya a parar mucho el país, salvo por las coacciones y los engaños a quienes sí trabajan y son productivos: los que no pertenecen al lobby feminista.

Así que, ya que me han chafado el día, propongo un día para “las otras”. Para esas de la copla, “que no tenemos nombre y que a nadie le interesan” porque somos en todo, hasta en recibir el odio de las feministas, como los hombres. Y de paso un día para los hombres y así los apestados lo celebramos juntos dos veces.